Biodiversidad en viñedos: claves para aprovechar los servicios ecosistémicos

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Un equipo de especialistas del INTA realiza estudios para pensar un rediseño del cultivo de vid que permita aumentar la capacidad de resiliencia del agroecosistema, mediante la biodiversidad.

MENDOZA (NAP*) La vitivinicultura, al igual que otras actividades agrícolas, afectó la biodiversidad nativa porque los nuevos emprendimientos son grandes extensiones continuas y homogéneas, desarrolladas en detrimento del ambiente natural.

En ese marco, las estaciones experimentales del INTA Junín, La Consulta y Mendoza desarrollaron diversos estudios con el objetivo de establecer qué acciones se pueden practicar en los viñedos para favorecer una mayor biodiversidad y así aprovechar los servicios ecosistémicos y reducir el uso de insumos químicos.

Para Guillermo Debandi, investigador de la Estación Experimental Agropecuaria Junín del INTA -Mendoza-, “el esquema productivo vitivinícola moderno busca altos rendimientos a corto plazo, pero también debe tener una mirada sobre el consumo”.

“El desafío del sector reside en compatibilizar la producción con la conservación del ambiente y los recursos naturales, entre los que se destaca la biodiversidad”, agregó el especialista.

La forma tradicional de trabajar los viñedos, limpios, sin otras plantas más que la vid y con alta demanda de labores del suelo, no promueve la biodiversidad.

Para los especialistas esta configuración del cultivo generó poco interés en la biodiversidad y causó un vacío de conocimiento durante muchos años.

Sin embargo, el riego presurizado trajo varios cambios, en tanto los espacios entre hilera e hilera se dejaron de trabajar (porque casi no es necesario) y apareció más vegetación.

“Actualmente se plantan viñedos en el piedemonte, en zonas donde el suelo es muy pedregoso, donde crecen mayormente plantas nativas y no las mal llamadas malezas. Esta vegetación es un buen punto de partida para empezar a ver si podemos obtener beneficios de las plantas que están entre los viñedos y también de las que están en el entorno”, aseguró Debandi.

Para el especialista, “es importante que los productores de vid ponderen los beneficios que brindan los ecosistemas para que no se limpie todo el terreno a la hora de iniciar un viñedo, sino que se dejen cauces vegetados o parches de vegetación y comenzar a introducir plantas nativas como se hace en en Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica para conservar la biodiversidad alrededor”.

Sobre los beneficios para el cultivo de vid en relación a la biodiversidad, Debandi explicó que en el piedemonte, por ejemplo, “el hecho de tener vegetación dentro del viñedo ayuda a evitar la erosión, al mismo tiempo que mantenemos más vivo el suelo, porque se empiezan a generar interacciones positivas debajo de la superficie”.

“Estamos hablando de hongos que no se ven, pero que conectan las raíces y transfieren agua y nutrientes de una planta a otra; de bacterias que fijan nitrógeno y otras que solubilizan fósforo y hierro”, señaló el especialista.

Respecto de la fisiología de esa práctica, Debandi agregó: “Hay una biodiversidad debajo del suelo, que en su mayoría son organismos que cooperan entre sí y de los que podemos obtener beneficios si se ofrecen las condiciones ideales para que esta biodiversidad prospere, y esto es lo que intentamos promover desde el INTA”.

Pautas para el rediseño del cultivo

En la zona de Barracas de Maipú -Mendoza- los especialistas realizaron estudios para comprender cómo las diferentes prácticas de manejo del espacio interfilar afecta a la diversidad y a la composición de himenópteros, un grupo de insectos que cumple importantes funciones.

“Trabajamos en tres viñedos con diferentes manejos y, como consecuencia, diferentes coberturas vegetales, y determinamos que los polinizadores respondieron negativamente a la mayor intervención de las fincas dominadas por coberturas de plantas exóticas y gramíneas, mientras que los controladores biológicos (depredadores y parasitoides) se vieron más favorecidos en estos mismos sitios”, indicó Debandi.

Sobre los aprendizajes del estudio realizado, el especialista precisó que “las prácticas que utilizan segado (conocida como desmalezado) para mantener baja la cobertura vegetal, reducen la oferta de flores y por ende de recursos para los himenópteros en general”, y agregó: “Esta práctica además favorece el desarrollo de gramíneas debido a su forma de crecimiento, a la vez que tiende a reducir la oferta de flores porque estas plantas no se adaptan a un corte periódico y tienden a desaparecer del cultivo”.

Otro estudio comparativo realizado en las localidades de San Carlos y Santa Rosa en Mendoza, permitió identificar la importancia que tiene el borde del cultivo en cuanto a la riqueza y abundancia de polinizadores, depredadores y parasitoides.

“Si bien los viñedos fueron diferentes entre sí en varios aspectos, algunos patrones se repiten. Por ejemplo, los depredadores fueron más abundantes a partir del borde hacia el interior del viñedo, mientras que los polinizadores mostraron un patrón opuesto”, resumió Debandi y sostuvo que este patrón volvió a encontrarse en un estudio realizado en la localidad de Tupungato.

En este estudio los especialistas midieron la influencia de cauces secos vegetados, que cruzan tres fincas diferentes y que no fueron intervenidos, sobre la riqueza de especies de himenópteros presentes. “Estos ambientes que funcionan como corredores biológicos y el sector inmediato del viñedo, soportan la mayor diversidad de plantas, insectos polinizadores y depredadores, e incluso de aves”, apuntó Debandi.

Respecto de características útiles a la hora de diseñar un nuevo viñedo, el especialista recomendó “mantener baja la cobertura de gramíneas y alta la riqueza de dicotiledóneas, preferentemente nativas, para favorecer una buena diversidad de controladores biológicos y, a la vez, de polinizadores que ayuden a mantener alta la oferta de recursos florales”.

Por otra parte, Debandi aseguró que “reducir la labranza del suelo y permitir un desarrollo de la cobertura vegetal ofrece posibilidades para mantener una comunidad de enemigos naturales aceptable porque al no realizar labranza generamos ambientes estables para la reproducción de abejas nativas, avispas depredadoras y microhimenópteros parasitoides”.

Asimismo, el especialista precisó que es importante “no generar cuadros de cultivo extensos, en tanto son las distancias cortas a fuentes de vegetación nativa o bordes e islas vegetadas y con flores las que favorecen una mayor actividad de controladores biológicos”.

Por último, Debandi recomendó “aportar heterogeneidad en la finca, en especial ofrecer vegetación con diferentes estratos y reducir la intensidad del segado de las coberturas vegetales o aumentar la altura del segado para permitir el desarrollo de flores en el estrato bajo de la cobertura” (Noticias AgroPecuarias)

*Informe especial preparado por el INTA 

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