Un tiempo para estadistas

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Para los empresarios y la producción en general es necesario, después de la cuarentena,  comenzar a transitar un camino que lleve hacia una reforma tributaria.

BUENOS AIRES (NAP, por Gabriel Raedemaeker*) Nos encontramos transitando, apenas, el primer cuatrimestre de este 2020, y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que este año será recordado como el año de la pandemia del Coronavirus Covid-19, situación que pone a prueba fortalezas y debilidades de los diferentes sistemas políticos de todos los países del mundo, sus realidades económicas y la sustentabilidad de su entramado social.

No son pocos los pensadores y analistas que consideran que nos enfrentamos a uno de esos momentos bisagra de la historia que marcan el final de una era y el comienzo de un nuevo tiempo que, sostienen, se caracterizará por un palpable debilitamiento de la globalización y el resurgimiento de peligrosas aventuras de populismos nacionalistas.

Este momento, tal vez, fundacional vuelve a encontrar a la Argentina sumida en una crisis profunda, económica y social, cuyo pronóstico de evolución se percibe agravado como consecuencia del necesario aislamiento sanitario preventivo que se impone a toda la población y, por la existencia de persistentes desencuentros ideológicos que dificultan sobremanera la unificación de criterios que faciliten la generación de consensos básicos e imprescindibles para el diseño de políticas de reconstrucción para el día después.

Así, el reclamo de empresarios que desempeñan actividades productivas generadoras de divisas y de puestos de trabajo, plantean la urgente necesidad de iniciar un camino que conduzca a una reducción o reforma del sistema tributario-impositivo, que ya antes de la pandemia implicaba un asedio fiscal insostenible.

Esta realidad, choca de frente con la pretendida creación de un nuevo impuesto de emergencia y por única vez (como ya ocurrió con tantos otros que existen desde hace años que nacieron bajo la misma premisa inicial), propiciado por algunos sectores del Gobierno que tratan de justificarlo bajo el manto de la necesidad de ayuda solidaria al mejor estilo Robin Hood: Continuar asfixiando a quien produce para repartir a los sectores más carenciados.

Los productores argentinos de alimentos pueden afrontar el gran desafío de procurar un nuevo salto productivo, imprescindible para enfrentar las circunstancias que se avecinan.

Esta postura surge a contramano de incontables estímulos económicos que otros países diseñan para sostener a sus empresarios y, sus propulsores parecen no comprender que el aparato productivo agropecuario argentino puede volver a erigirse como el pilar fundamental que el país necesita para superar esta crisis.

Los productores argentinos de alimentos pueden afrontar el gran desafío de procurar un nuevo salto productivo, imprescindible para enfrentar las circunstancias que se avecinan. Pero para ello se requiere un mínimo de condiciones de previsibilidad y un contexto económico amigable que lo potencien.

Para pensar en repartir, primero debemos ser capaces de producir. Aún a riesgo de parecer oportunistas. Pero se debe remarcar que el camino de la recuperación económica post crisis no se cimenta sobre más impuestos, sino sobre una mayor y mejor producción que posibilite la asistencia social.

La dirigencia política argentina, como nunca había ocurrido antes,  tiene la oportunidad de evitar la recurrente costumbre de perseguir, oprimir y castigar al buen empresario, aquel que arriesga, invierte y produce sin prebendas ni subsidios y, así ayudar a dejar atrás un modelo de país que sólo parece premiar al delincuente (Noticias AgroPecuarias).

*Gabriel Raedemaeker  es Vicepresidente Primero de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) 

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