Biodiversidad al borde de la banquina

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Los corredores rurales forman parte del paisaje, poseen mucho borde y proveen una cantidad de funciones ecológicas vinculadas a la biodiversidad

BUENOS AIRES  (NAP, por Pablo Roset )Los principales reservorios de vegetación natural que sobrevivieron a la agriculturización pampeana resisten en las banquinas y alambrados. Investigadores aseguran que podrían servir para recuperar múltiples funciones que se perdieron, fundamentales en los ecosistemas. Promueven el rol de ‘asesor ambiental’.

La reducción de la ganadería y la expansión de la agricultura intensiva en la región pampeana convirtieron el paisaje en una especie de océano de cultivos, con pocas islas de vegetación natural. Esto produjo consecuencias negativas como la reducción de la biodiversidad y de las funciones ecológicas que ésta brinda, desde las productivas hasta las estéticas. Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) estudiaron estos agroecosistemas y son optimistas: la biodiversidad puede recuperarse rápidamente a partir de reservorios en los bordes de caminos y alambrados.

“Empezamos estudiando las malezas dentro de los lotes. Al preguntarnos de dónde provenían, nos pusimos a estudiar los bordes de los cultivos, los alambrados y los costados de los caminos, pensando que eran refugio de malezas. Para nuestra sorpresa, una parte importante de la flora del pastizal nativo estaba representada en esos lugares, que nosotros llamamos corredores rurales”, le contó Santiago Poggio, docente de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA, al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra.

Los corredores rurales forman parte del paisaje. Son largos y finos, poseen mucho borde y proveen una cantidad de funciones ecológicas vinculadas a la biodiversidad. ¿Cuáles son esas funciones? Entre otras, facilitar el movimiento de animales en el paisaje, servir de hábitat para plantas, animales e insectos (allí se aparean, anidan, encuentran protección, se alimentan, etc.), hacer de filtro (muchos animales no llegan a cruzar las rutas) y facilitar que ciertos organismos migren a otros ambientes. Obviamente, también pueden actuar como fuentes de plagas y de malezas para los cultivos.

Poggio y su equipo evaluaron la capacidad de recuperación de la biodiversidad a partir de corredores rurales en experimentos ubicados en un campo de la empresa Syngenta, en la provincia de Santa Fe. “Instalamos dos tipos de parcelas. En unas se dejó de aplicar herbicidas y de cortar la vegetación; en otras se siguió adelante con esas prácticas. Al cabo de seis meses, la vegetación se había recuperado. Si bien este es un gran resultado, mucho más nos sorprendió que en un lapso más breve aun ya se había recobrado la comunidad de insectos, en su mayoría polinizadores y depredadores de otros insectos herbívoros. Incluso, observamos que ave típica de las pampas, el tinamú moteado, en pocos meses había logrado anidar, oviponer y tener sus crías”, nos comentó Santiago, entusiasmado.

Paisajes multifuncionales

A partir de sus resultados, Poggio comenzó repensar los corredores rurales como hábitats que sostienen una parte importante de la biodiversidad en los paisajes agrícolas. “Es necesario estudiar los problemas ambientales en la escala de paisaje ya que a ese nivel trabajan los agricultores: toman decisiones productivas que luego implementan en superficies muy extensas. Algunas áreas del paisaje se cultivan y otras se pastorean, pero aquellas que no se usan para la agricultura son las que mantienen la biodiversidad”, explicó.

La diversidad biológica es clave para la producción agrícola, ya que está relacionada íntimamente con la descomposición de los restos de cosecha (ej., hongos, bacterias y otros organismos muy pequeños), la nutrición de los cultivos y la salud del suelo. También permite regular el impacto de malezas y plagas (ej., roedores que comen sus semillas o avispitas que parasitan a insectos plagas de cultivos). “La polinización es una función muy importante. Hay cultivos como el girasol y varias especies hortícolas que requieren de la visita de insectos para fructificar. Y no me refiero sólo la abeja melífera; existen otros insectos nativos que cumplen ese rol. Tratamos de tener una aproximación al problema considerando todas esas funciones”, añadió el investigador.

El proyecto de Santiago Poggio posee objetivos a largo plazo, con enfoques que van más allá de la investigación científica en ecología aplicada a la agricultura. En este sentido, dijo: “Si hablamos de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos que provee, debemos incluir a la sociedad, ya que ésta debe darse cuenta de que sus acciones impactaron negativamente sobre esa biodiversidad, y también debe reconocer que se beneficia con muchos de esos servicios. Si por un momento dejamos de lado lo productivo, reconocemos que nos gusta admirar un paisaje porque es lindo, o ir a pescar o a cazar, o salir de picnic al aire libre. Esos también son servicios de la biodiversidad, y es necesario que como sociedad aprendamos a apreciarlos”.

El abanico de oportunidades está abierto

El interés de Santiago por el cuidado de las funciones de la biodiversidad y del paisaje ha comenzado a tener eco más allá de la FAUBA. Hay interés en el ámbito gubernamental, como el municipal, que es donde se toman decisiones sobre el espacio público a nivel paisaje (ej., manejo del agua, planificación de caminos y canales rurales, tránsito de las maquinarias agrícolas, etc.). Al respecto, destacó un ejemplo a seguir: “También hay acciones a nivel provincial, como en el caso de la autopista Rosario-Santa Fe, donde el manejo de las banquinas está reglamentado por ley. Se requieren leyes apropiadas. Es sano que haya iniciativas, pero también es muy necesario generar un marco legal, y se requerirá de conocimiento científico y tecnológico para implementarlo”.

Poggio también destacó el papel importante que en el futuro jugarían los egresados de la Licenciatura en Ciencias Ambientales: “Se abrirá un abanico de oportunidades, tanto en investigación como en docencia y extensión. Van a hacer falta asesores ambientales que acompañen y controlen a los agricultores en el manejo del ambiente, en la implementación de iniciativas de conservación de biodiversidad, o en el manejo de aguas o de residuos tóxicos. También los distintos niveles, desde municipal hasta nacional, van a requerir el asesoramiento por profesionales idóneos, no sólo para la elaboración de leyes razonables, sino también en el contralor que debe cumplir el Estado. Los beneficios incluirán también a la sociedad en su conjunto, ya que se generará más conciencia ambiental y nuevas alternativas laborales” (Noticias AgroPecuarias).

EB

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