El exceso de producción nacional impacta en el precio de la leche

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Luciano Di Tella, primero fue tambero y tras la crisis de 2002 decidió encarar el negocio lácteo desde la industria 

 

BUENOS AIRES (NAP) La crisis lechera argentina también la viven tamberos de las principales naciones agropecuarias del mundo. No fue la primera. Tampoco será la última. Pero los que la sufren –o la sufrieron– comparten el sentimiento de desesperación que otros empresarios del sector agropecuario no suelen comprender (un agricultor, por más golpeado que esté, tiene repechaje; un ganadero tiene un margen de maniobra mucho mayor ante una crisis de ingresos).

En 2002 Luciano Di Tella estuvo ahí. Fue parte de las movilizaciones tamberas de protesta. Y eso lo llevó a crear posteriormente una industria en la localidad de Navarro (Lácteos Yatasto) que comercializa leche fluida, yogur líquido y postres en el conurbano bonaerense. La firma integra la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas (Apymel). En 2009 fue director nacional de Ganadería y Lechería de la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca conducida por Carlos Cheppi.

“La crisis actual tiene una similitud con al del 2002, que es producto también de una devaluación y que en una visión ingenua se consideró que la misma resolvía el problema de todos los sectores con matriz exportadora”, comenta Di Tella, en una publicación de Lechería Latina.

Para el industrial, en la práctica, una devaluación no siempre resuelve los problemas porque a veces los movimientos de precios relativos se dan a velocidades distintas; lo que pasó ahora, tal como sucedió en 2002, es que el precio del maíz subió muy rápidamente, mientras que productos con cadenas más complejas demoran más en ajustar. Eso genera una desfasaje muy grande”, añade.

Di Tella estima que al igual que en 2002, se venía de una situación difícil, porque entonces había un exceso de producción nacional con un mercado internacional muy débil.

La devaluación que oportunamente dispusieron las autoridades monetarias argentinas, sorprendió a la industria, después de una primavera con muchos excedentes que no se lograron colocar en los mercados internos ni en la exportación.

Esos stocks contribuyeron a inmovilizar buena parte del capital de trabajo de la industria, que no tiene margen para recomponer precios y, además, como la mayor parte de la demanda está en el mercado local, tampoco es fácil trasladar ajustes de precios a los consumidores argentinos, que están golpeados por la inflación.

¿Dónde estaría la solución del problema? En la cadena láctea, cuando aparece una crisis, se empiezan a disparar unos contra otros en lugar de buscar consensos.

Pese a que la crisis lechera es muy grave, tratar de asignar la culpa a un solo sector es un error. Las culpas son compartidas; existe un problema de eficiencia del sector primario, dado que no alcanzamos los niveles potenciales de productividad por hectárea y que tenemos costos más altos que los que deberíamos tener.

“El sector industrial es ineficiente; no hemos invertido en los últimos años en automatización o en el lanzamiento de productos novedosos y tiene además un costo laboral muy elevado. Y por último el sector comercial, que creo que está concentrado y se apropia de un porcentaje del margen de comercialización que algunos creemos que es exagerado, aunque el sector se defiende diciendo que también tiene costos muy elevados”, añade Di Tella

“Si todos tenemos un problema de costos y al final nos encontramos con un mercado internacional que paga muy poco, obviamente nos chocamos todos contra la pared. Cada sector tiene sus propios problemas y es necesario entender cada uno de ellos y analizar las soluciones posibles. El sector primario, además de la baja productividad por hectárea, tiene un problema de estructura de propiedad, management y trabajo. En otros países el dueño de la tierra es que el ordeña las vacas”, agrega Ditella.

En Australia, Nueva Zelanda y numerosos países de la Unión Europea, el productor está al pie de la vaca y es quien se encarga de su ordeñe, además, agrega Ditella, buena parte de los tambos argentinos están en campos sojeros de la Pampa Húmeda: “Somos casi el único sector lechero del mundo cuyo costo de oportunidad de la tierra está ligado a la soja. En Nueva Zelanda, Chile o Gran Bretaña, por ejemplo, los campos lecheros no son agrícolas. Entonces partimos de un costo de oportunidad de la tierra muy elevado y no sólo tenemos los tambos localizados en las zonas sojeras, sino también muchas de las fábricas. Si trasladáramos los tambos hacia zonas no agrícolas, muchas fábricas quedarían mal ubicadas”, consigna.

Para el industrial, hoy existe una gran oportunidad de desarrollar empresas lecheras en suelos de inferior calidad, como por ejemplo en zonas marginales de La Pampa o San Luis. Además, en otras naciones lecheras se hacen cosas distintas. Por ejemplo: “Nosotros recolectamos la leche todos los días. Y en algunos países se recolecta cada dos o incluso tres días. Eso requiere inversiones en tanques y en calidad de leche. Otro problema es que trasladamos la leche por distancias muy grandes; nuestras plantas tienen radios de recolección de leche que no son razonables. Recolectar leche a 400 kilómetros es algo que no se hace en otras naciones. Y además nosotros tenemos un costo de transporte más elevado que el internacional con un gasoil caro y caminos rurales que están en mal estado en muchas zonas”, evalúa Di Tella.

El industrial reconoce también que la industria láctea argentina es ineficiente, la mayoría de las plantas no están especializadas, son multiproducto, y cuando se hacen muchos productos en una sola planta no se es eficiente. Se han venido automatizando las líneas de quesería, pero todo lo que es el final de línea, que implica trozar quesos, poner en cajas, armar los pallets, todo eso sigue siendo manual y en eso tenemos un potencial de mejora muy grande.

Otro de los problemas que enfrenta la actividad tiene relación directa con el transporte del producto: “Tenemos un problema de distancias: llevamos leche de Buenos Aires a Posadas o Mendoza; eso implicaría en Europa que la leche de Madrid sea elaborada en Francia. En Europa y EE.UU. la leche fluida es producida localmente, no se mueve a grandes distancias. Nosotros tendríamos que desarrollar más las cuencas locales”. Reflexiona el industrial.

La producción está cayendo en lo que va del año. En esa caída, no todas las fábricas pierden leche de manera pareja y los menores volúmenes procesados implican un incremento de costo; habrá que ver qué pasa en cada industria.

Las plantas más polveras están en una situación difícil. Con una producción de unos 9000 millones de litros y un consumo interno de 8000 millones, quizás podamos tener un pequeño equilibrio entre oferta y demanda.

“Todos esperamos que en algún momento se recuperen los precios internacionales, pero nadie sabe cuando eso va a ocurrir. Por otra parte, la última semana los stocks internos de quesos blandos bajaron a casi cero en todas las fábricas y se está observando una presión importante en los precios; no sabemos si se trata de algo temporario o si se extenderá por varios meses. Yo soy optimista, por eso sigo siendo empresario en la Argentina”, concluye Di Tella (Noticias AgroPecuarias).

EB

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