Paneles solares y ovejas: cómo China logra que el desierto vuelva a ser verde
Con 7 millones de paneles solares instalados en zonas áridas como el desierto de Gobi, el país impulsa un modelo que combina energía limpia, ‘ovejas fotovoltaicas’ y restauración ambiental.
(NAP) China avanza con una estrategia que articula transición energética y restauración ambiental mediante el desarrollo de granjas solares multifuncionales: en extensas zonas desérticas, los paneles fotovoltaicos conviven con la ganadería ovina en un esquema que permite generar electricidad, recuperar suelos degradados y fortalecer ecosistemas locales.
Bajo esta modalidad, las ovejas pastan entre y debajo de los paneles solares, lo que reduce costos de mantenimiento, mejora las condiciones del suelo y transforma terrenos áridos en áreas productivas.
El modelo se basa en una interacción virtuosa entre infraestructura energética y naturaleza. Los paneles solares brindan sombra y protección contra el viento, lo que disminuye la evaporación del agua y facilita el crecimiento de vegetación nativa.
A su vez, las ovejas cumplen un rol clave en el control natural de malezas, evitando el uso de herbicidas y pesticidas.
El sistema se completa con la fertilización natural del suelo a partir del estiércol del ganado, lo que favorece la regeneración de pasturas y activa un ciclo continuo de recuperación ambiental. Este proceso contribuye a revertir la desertificación, aumenta la cobertura vegetal y crea hábitats para insectos, aves y otras especies silvestres.
Beneficios productivos y ambientales
Además de su impacto ambiental, el esquema ofrece ventajas económicas y sociales. La integración entre energía solar y ganadería: impulsa la sostenibilidad productiva, genera empleo local, mejora la biodiversidad, y eleva la calidad de la lana, ya que las ovejas se desarrollan en ambientes más protegidos del estrés térmico.
De este modo, las granjas solares dejan de ser solo instalaciones energéticas para convertirse en infraestructuras verdes, con múltiples beneficios más allá de la generación eléctrica.
Uno de los casos más emblemáticos es el Parque Solar de Talatan, en la provincia de Qinghai, donde miles de ovejas pastan bajo los paneles en un ecosistema productivo diseñado para combatir la desertificación. Proyectos similares también se desarrollan en el desierto de Gobi y otras regional del en el Altiplano Tibetano, combinando energía renovable con ganadería local y recuperación de suelos.
El complejo de Talatan ocupa 61.000 hectáreas y reúne 7 millones de paneles fotovoltaicos, capaces de generar energía para abastecer a unos 5 millones de hogares.
Las “ovejas fotovoltaicas”
El reverdecimiento trajo un reto: la hierba que crece entre los paneles necesita control. La solución llegó de la mano de los ovejeros locales, que llevan a miles de ovejas a pastar entre las hileras solares.
Y se terminó dando una curiosa convivencia entre tecnología y ganadería: las ovejas mantienen el terreno limpio sin necesidad de maquinaria, y los pastores encuentran una nueva fuente de ingresos. Así, las “ovejas fotovoltaicas” se han convertido en símbolo inesperado de la transición energética.
Resultados
El parque de Qinghai es solo una pieza de un plan mucho mayor. En 2024, China fue responsable del 61% de la capacidad solar instalada en el mundo y del 70% de la eólica. Solo en la primera mitad de 2025 añadió 212 GW solares —más que toda la capacidad acumulada de EE.UU.— y 51 GW eólicos.
El impacto ya se nota: el país alcanzó antes de lo previsto sus metas de 2030 y registró la primera caída de emisiones de carbono. En tanto que los paneles en Qinghai cuentan otra historia: la de un desierto que empieza a florecer gracias a la energía del sol. (Noticias AgroPecuarias)










