Arameo

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Otro envío de la columna semanal sobre Comunicación campo-ciudad. Hoy, una nota de ‘observación’ (no de opinión) sobre el choclo, que es más que un tango burlón y compadrito.

BUENOS AIRES (NAP, por Lola López*). “Me da rabia que contaminen todo, que no respeten a la Pacha”.

“Me indigna que se hagan ricos a costa de la tierra, destruyendo todo”.

“No, nunca vi una planta de maíz de verdad, sólo en dibujos ¿Por dónde sale el choclo? ¿Por arriba?”

En las “encuestas” informales, o sea en las charlas casuales personales y por wasap, estas ideas, lanzadas por urbanitas, se repiten (el maíz puede cambiarse por trigo, soja y desde ya, cebada; el sorgo ni siquiera existe).

Como en todo rubro, al desconocimiento se le suman los prejuicios que forman un frente blindado que hasta el momento la comunicación del campo no ha podido atravesar. Tampoco lo logra ahora cuando trata de explicar que en el precio del pan, de la leche y de la carne el productor no tiene la incidencia que el ciudadano cree que tiene y que los motivos de los precios altos son otros.

Es como si cuando la persona que representa al campo empezara a explicar las razones por las cuales esos productos aumentan, el castellano pasara a danés o arameo y entonces el televidente deja de escuchar y de entender. Se cierra el canal de comunicación y listo: queda la idea de antes: que el codicioso productor agropecuario es el culpable de todo.

“¡Pero no!”, clamará el vocero del campo a viva voz, “¡estoy explicando que la culpa es de los impuestos y que el Gobierno bla bla bla!”.

Bla bla bla.

Ya nadie escucha. Se ha quedado hablando solo con un discurso donde apenas se oye la palabra “retenciones”, que quien no es del sector asocia con un problema del sistema linfático que genera retención de líquidos. Y nada más.

Ahora bien ¿cómo cambiamos esto?…

Mientras, sigamos reflexionando. (Noticias AgroPecuarias)

 

*Periodista. Licenciada en Comunicación.

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