Duplicada

Spread the love

Una reflexión respecto de la distancia entre campo y ciudad ¿Qué comunica -y a quién- el campo cuando cree comunicar?

BUENOS AIRES (NAP, Por Lola López*). Muchas veces me siento dividida en dos. O mejor dicho, duplicada: paso gran parte de mis días en el campo y cuando vuelvo a la ciudad (lo que incluye a mi familia y amigxs) siempre experimento la distancia (el abismo) que hay entre la persona rural y la urbanita.

Lo cierto es que yo misma viví ese abismo hasta que el trabajo (el periodismo) me sacó del asfalto profundo y me eyectó a los caminos de tierra, a los cultivos, a las salas de ordeño, a las colmenas, también a las picadas de monte, al silencio que cuando se experimenta por primera vez es tremendamente ajeno.

Por eso, hoy que vivo en ambos mundos pienso mucho en cómo hacer para que se conozcan, se valoren con todo lo que tienen… y se quieran.

“Mi hija cree que la vaca es un ser mítico como las sirenas”, me dijo, agitada, hace unos años una amiga ultraurbana. Ese mismo día nos comprometimos a llevar a la niña (y de paso al marido que es un NIC de departamento) a La Rural de Palermo y fue toda una experiencia ¿Por qué?

Porque “confirmamos” empíricamente que las vacas de verdad existen y la niña (y la madre y el padre también) vivió momentos de asombro al ver que no todos los vacunos son blancos y negros, al observar que hay una diferencia entre gallos y gallinas y al enterarse de que sí, efectivamente, en algunos lugares cuando llueve no se puede entrar ni salir y la luz se corta a las 11 de la noche. Qué flash ¿no?

Ese día me quedé pensando mucho. Mis amigxs urbanos aman la ciudad pero anhelan el verde y escapan a la ruralidad cada vez que pueden. Sin embargo no conocen (y por lo tanto no valoran) al campo como paisaje productivo o a la naturaleza agreste como paisaje que más que bello es indispensable para la vida de las ciudades.

Por muchas jornadas y campañas de comunicación que se hagan todavía no ha sido posible crear el puente que sortee esa distancia. A pesar de que se explique una y otra vez que la producción rural es indispensable para la supervivencia de quien pasa sus días en un departamento, por algún motivo la unión genuina y visceral entre ambos mundos, no está. El mensaje resbala como una gota de agua sobre una chapa.

Y basta mirar los medios y las redes para comprobarlo. Por supuesto que hay casos donde sí se habla de esto pero son programas del sector agropecuario donde, obviamente, se tratan temas agropecuarios. Pero ahí eso no es noticia; el desafío es saltar la valla y llegar a los que no tienen nada que ver con el campo en su vida cotidiana.

Parece, entonces, que es verdad, y no sólo una especulación intelectual, que estamos adormecidos con tanta información que no contribuye a comprender la importancia de la naturaleza, ni del campo y mucho menos contribuye a la felicidad, claro. Por el contrario: los noticieron asustan, enojan y profundizan el letargo y, de tanto escuchar y ver lo mismo, terminamos creyendo que sólo existen muertes, asaltos, silobolsas y retenciones.

En este escenario, cuando alguien nos habla de un animal o de una planta, nos parecen elementos exóticos y lejanos que nada tienen que ver con el mundo urbano más que como recuerdo plasmado en una foto de “un finde para desestresarse”.

Como comunicadora quiero unir estos dos mundos porque estoy convencida de que cuando se conozcan todo va a ser más fácil, TODO; porque cuando uno se asoma a otro mundo siempre sale enriquecido.

Por eso trabajo desde el periodismo y el storytelling contando historias del campo pensadas para despertar el interés de los urbanitas.

En eso estoy.

*Periodista. Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Web

También le puede interesar...