Flushing: la técnica que evita perder hasta 40% del agua en los sistemas de riego

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El lavado de tuberías en los sistemas de riego por goteo es decisivo para asegurar la uniformidad y mejorar el rendimiento de los cultivos.

(NAP) En un escenario donde la agricultura enfrenta sequías más frecuentes y una presión creciente por usar el agua de manera eficiente, una técnica básica está ganando protagonismo: el flushing, o lavado del sistema de riego por goteo, una práctica sencilla pero cuyo impacto en la productividad puede ser enorme.

El flushing consiste en liberar el flujo de agua dentro de las tuberías para expulsar sedimentos, arcillas y materia orgánica que se acumulan con el tiempo y generan obstrucciones. Cuando esto ocurre, los goteros entregan menos agua de la necesaria —o directamente no entregan nada— generando riego irregular, estrés en las plantas y caídas de rendimiento.

Según especialistas de la empresa de origen israelí Rivulis, una parte importante de los productores cree que realiza un lavado adecuado, pero en realidad elimina solo una fracción de los sedimentos internos. “Muchos sistemas quedan con partículas finas que luego bloquean los emisores y afectan la uniformidad del riego”, explica Matt Clift, director global de Gestión de Producto y Marketing de la compañía. El resultado puede ser contundente: pérdidas de hasta 40% del agua aplicada y cultivos con marcadas diferencias de crecimiento dentro de un mismo lote.

En Latinoamérica, donde millones de hectáreas de frutales, hortalizas y cultivos intensivos dependen del riego presurizado, este tipo de mantenimiento cobra aún más relevancia. La FAO estima que la agricultura utiliza cerca del 70% del agua dulce disponible y que más del 40% se desperdicia por fallas operativas o mal manejo de los sistemas de irrigación. En ese contexto, una técnica de bajo costo y sin requerimientos complejos aparece como una herramienta inmediata para mejorar resultados.

Además de evitar obstrucciones, el flushing contribuye a extender la vida útil de las tuberías y reducir gastos de reparación o reemplazo. “Un sistema limpio funciona mejor, distribuye el agua de manera pareja y protege la inversión del productor”, señala Clift.

 

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