Un desarrollo argentino mejora biofertilizantes y promete aumentar el rinde de la soja 6%

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Aplica edición genética con Crispr/Cas9 sobre un bioinoculante comercial, abriendo la puerta a una producción agrícola más eficiente, económica y sustentable.

(NAP) Un equipo internacional de científicos, encabezado por el investigador del Conicet Nicolás Ayub, logró mejorar genéticamente un biofertilizante de uso habitual en los campos argentinos, mediante la técnica CRISPR/Cas9. El avance permitiría incrementar hasta un 6% la productividad de la soja, sin introducir ADN de otros organismos, lo que facilitaría su aprobación regulatoria y su pronta aplicación comercial.

La edición genética se realizó sobre la cepa E109 de Bradyrhizobium japonicum, bacteria fijadora de nitrógeno utilizada en bioinoculantes para soja. “Somos el primer grupo en el mundo que logró editar con CRISPR/Cas9 una bacteria élite de importancia agronómica”, destacó Ayub, quien trabaja en el Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (IABIMO, CONICET-INTA).

A diferencia de los organismos genéticamente modificados (GMOs) tradicionales, estas bacterias editadas no contienen genes de otras especies. Por eso, podrían ser aprobadas en países como Brasil, EE.UU., China, India, Indonesia, Bangladesh y Australia bajo las normativas vigentes para productos “no transgénicos”.

El proyecto forma parte de una plataforma internacional para el desarrollo de biofertilizantes, biofungicidas y bioinsecticidas, financiada por Fontagro, con participación de centros de investigación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España y Uruguay.

Más allá del aumento de rendimiento, los biofertilizantes editados ofrecen ventajas económicas y ambientales frente a los fertilizantes químicos, especialmente el nitrógeno sintético, cuyo costo se ha incrementado notablemente en las últimas dos décadas.

“Hace más de 20 años que no se encuentran nuevas cepas naturales que superen a las actuales. La cepa E109 se aisló en los ‘90, y desde entonces no se ha logrado mejorarla por métodos tradicionales. Por eso necesitamos herramientas como CRISPR para seguir avanzando”, explicó Ayub.

Entre los beneficios adicionales del uso de estos nuevos biofertilizantes se destacan:

-Mayor aporte de nitrógeno al suelo, reduciendo costos en rotaciones con cereales.

-Menor emisión de óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero.

-Mejor degradación de glifosato.

-Reducción de la contaminación ambiental.

¿Cuándo estarán disponibles?
Según los investigadores, la primera generación de biofertilizantes editados para soja y alfalfa podría estar disponible en el mercado dentro de un año, ya que se registran como productos tradicionales (non-GMO). Paralelamente, el equipo trabaja en una segunda generación orientada a reemplazar el uso de nitrógeno sintético en trigo, maíz y arroz, así como en probióticos editados para reducir las emisiones de metano en la ganadería.

“Con CRISPR no agregamos genes nuevos, solo mejoramos lo que ya está. Es como corregir una letra en un libro para que la historia se lea mejor”, graficó Ayub.

Este desarrollo marca un paso clave hacia una agricultura más productiva, accesible y alineada con los desafíos ambientales del siglo XXI. (Noticias AgroPecuarias)

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