Nutrición inteligente en soja para reducir brechas de rinde y mejorar la calidad del grano
 
            Los suelos argentinos muestran balances negativos de nutrientes. La fertilización, junto con un mejor manejo agronómico, puede achicar hasta 30% las diferencias de rendimientos en soja.
(NAP) En una nueva edición del Ciclo de Charlas Online 2025, organizado por la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina esta vez junto con Fertilizar Asociación Civil, se abordó el tema “Nutrición inteligente en soja” con un enfoque integral que combinó diagnóstico, fundamentos agronómicos y nuevas tecnologías de manejo.
El presidente de Acsoja, Rodolfo Rossi, fue el encargado de abrir la jornada señalando que “la cadena viene marcando hace tiempo la importancia del tema rendimientos: con la genética sola ya no alcanza, y la nutrición se transformó en uno de los factores principales ante la condición actual de nuestros suelos, que tienen balances negativos de nutrientes”.
Rossi remarcó que “muy pocos productores fertilizan la soja, y cuando lo hacen es con dosis bajas respecto de lo que el cultivo necesita”, y agregó que el desafío es más amplio: “Las rotaciones también se ven condicionadas por la disponibilidad de elementos y microelementos. Tenemos la necesidad de cambiar esta situación. Hoy prima el concepto de lucratividad, pero los máximos rindes son los que generan la mayor rentabilidad y ayudan a bajar costos”.
La directora ejecutiva de Fertilizar AC, Fernanda González Sanjuán, dio paso al panel técnico explicando que el objetivo del ciclo fue “presentar herramientas con evidencia científica”, para respaldar las decisiones de manejo con información validada y resultados concretos.
Brechas, nutrición y calidad
El ingeniero agrónomo Guido Di Mauro, de la Universidad Nacional de Rosario, presentó un análisis sobre la brecha de rendimiento de la soja argentina, que promedia el 30 % entre lo potencial y lo efectivamente alcanzado. “El 65 % de esas brechas se explican por factores de manejo, y dentro de ellos la fertilización es un eje central”, explicó.
Di Mauro mostró que en la mitad de los lotes relevados no se fertiliza la soja, y que incluso entre quienes sí lo hacen, las dosis de fósforo, azufre o zinc suelen ser insuficientes. Ensayos con productores del centro del país confirmaron que la incorporación de estos nutrientes mejora los rendimientos y reduce la brecha productiva.
Además, destacó un efecto adicional: “Mover un 1 por ciento de proteína con manejo es muchísimo, y lo estamos logrando con una nutrición balanceada en fósforo y azufre”, señaló, subrayando la oportunidad de mejorar tanto el rendimiento como la calidad industrial del grano.
El equilibrio de nutrientes y la eficiencia
El especialista de Fertilizar AC, Esteban Ciarlo, repasó los fundamentos de la nutrición en soja y el rol de cada nutriente, desde los macronutrientes hasta los microelementos.
“El nitrógeno es vital para la síntesis de proteínas y clorofila; el fósforo cumple funciones energéticas y estructurales; el potasio mejora la resistencia al estrés hídrico; y el azufre interviene en la calidad proteica y en mecanismos de defensa”, explicó.
Ciarlo enfatizó la necesidad de una fertilización balanceada, porque “ningún nutriente puede reemplazar a otro”. Mostró datos de redes de ensayos que evidencian respuestas positivas en más del 80% de los casos, tanto en rendimiento como en proteína, y resaltó que la soja de segunda suele responder aún más que la de primera por los menores niveles de nutrientes en el suelo.
“El desafío -dijo- es lograr eficiencia económica y ambiental: hacer que cada kilo de nutriente aplicado se traduzca en más kilos de grano y en un manejo sostenible del suelo”.
La raíz como cerebro de la planta
El consultor Wenceslao Tejerina, de AgroEstrategias, abordó el tema desde otro ángulo: la salud del suelo y el desarrollo radicular. “La raíz es el cerebro de la planta”, afirmó. “De 25 a 50 % de los fotoasimilados producidos por la soja van a las raíces, y hasta un 30 % se usa en la simbiosis con el rizobio para fijar nitrógeno”.
Tejerina alertó sobre un problema creciente: la compactación y pérdida de raíces pivotantes, que limita la capacidad de absorción y la eficiencia en el uso de los fertilizantes. En más del 80 % de los lotes analizados, observó raíces poco profundas, con nódulos verdes y baja fijación de nitrógeno.
“La densidad aparente de los suelos supera en muchos casos 1,50 g/cm³, lo que reduce los poros, el oxígeno y la capacidad de almacenaje de agua útil”, advirtió. “El resultado es estrés oxidativo, cierre de estomas y detención del crecimiento”.
En sus ensayos, el especialista mostró cómo los productos biológicos —extractos de algas, aminoácidos, ácidos húmicos y fúlvicos— pueden mitigar parcialmente esos efectos, aunque aclaró que la solución real pasa por recuperar la estructura del suelo. “El uso de tecnologías biológicas nos ayuda a amortiguar el problema, pero la clave está en restaurar el equilibrio entre planta, suelo y ambiente”, resumió. (Noticias AgroPecuarias)


 
																			 
											







