El bambú se expande entre las cabañas del Delta bonaerense

En las islas del Tigre, el turismo crece hace años. Pero entre los arroyos y descansos hay más actividades y personas. Cooperativas y productores promueven el cultivo en miras de un desarrollo rural sustentable. Cosmética, instrumentos, alimentos y, sobre todo, trabajo isleño.
(NAP*) Para muchas personas, el Delta Bonaerense se vincula, sobre todo, con el turismo: lanchas, arroyos y cabañas. La histórica producción frutícola se perdió, pero dejó rastros como el bambú. Crece desde hace 100 años en las islas y hoy se lo considera una alternativa para el desarrollo regional sustentable. Es posible usarlo para construir casas, instrumentos musicales, juguetes y también como alimento.
Una investigadora de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) abordó la promoción del bambú en las islas y las posibilidades y debates que abre.
“El Delta es otro mundo a metros del mundo conocido. Entre 1850 y 1950 se desarrolló la fruticultura; entre los ‘50 y los ‘80, la forestación, y a partir de los ‘90, las islas del municipio de Tigre perdieron su perfil productivo y se especializaron en el turismo”, explicó Martina Halpin, docente de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la FAUBA.
Con el objetivo de volver a generar producción, trabajo y arraigo isleño, en el año 2008, el Programa Proyectos Sustentables para el Delta Bonaerense eligió al bambú como protagonista.
“Se buscó diversificar la economía local y agregar valor a las materias primas del Delta”, resaltó Halpin.
“Este cultivo se introdujo hace 100 años para proteger a los frutales del viento y a las costas de la erosión. Cuando la fruticultura desapareció, el bambú siguió creciendo de forma silvestre”, comentó, y agregó: “Hay mucho y posee propiedades muy interesantes”.
“Crece muy rápido, brinda distintos servicios ecosistémicos y se lo puede aprovechar de muchas maneras, ya sea para construir casas, muebles o utensilios de cocina”, destacó Halpin quien investiga el uso del bambú en el Delta Bonaerense e integra la Cooperativa Origen Delta. “En general, se lo estudia desde la botánica. Nosotros quisimos sumarle la mirada socio-productiva para promoverlo de forma responsable”.
En la cooperativa, 45 productores y productoras se focalizan en difundir y agregar valor al bambú fabricando pupitres, juguetes, instrumentos musicales, utensilios para el hogar o estuches para cosmética natural. Además, los brotes de bambú son comestibles. “Yo los hago en conserva agridulce, tienen una textura similar al palmito”, detalló Martina.
El trabajo entre cañas
Halpin le contó a SLT que muchas personas desconocen que en el Delta del Tigre hay productores, sobre todo familiares, de pequeña escala. “Inventaron su propio trabajo al no conseguir uno de condiciones dignas en las forestaciones o en el turismo. El bambú es ideal para ellos”.
La inversión en capital es baja; alcanza con un machete, una sierra o un serrucho, herramientas comunes en las islas. Además, su cosecha requiere muchas manos y por eso, puede ser una fuente de empleo.
La cosecha es manual porque en el cañaveral conviven cañas viejas y jóvenes. Hay que saber seleccionar y tratar el material. Si se mezclan, se obtienen cañas de peor calidad y por lo tanto, menor precio. Luego de la cosecha, como es gradual, no queda una gran superficie desmontada. Esto implica un menor impacto ambiental, en comparación con las forestaciones.
Debates en torno a la promoción del bambú
La investigadora señaló que el cultivo tiene muchas ventajas, pero también hay debates en torno a su fomento. “Por ejemplo, hay quienes dicen que es invasora. En principio, hay que decir que es una familia de plantas que tiene unas 1600 especies. Algunas se expanden más rápido, otras forman una mata más espesa, hay algunas especies nativas y otras introducidas”.
En este sentido, añadió: “Muchas veces se usa la palabra invasora de manera imprecisa. En biología o en ecología se definen criterios. Por ejemplo, cómo afecta la biodiversidad. Estudios que analizaron más de un siglo de uso de bambú en más de 100 países afirman que hubo muy pocos eventos de invasión. Si se maneja de forma adecuada, no debería traer problemas”.
Además, aclaró la situación en el Delta: “La especie más difundida en las islas, Phyllostachys aurea, es una introducida, y se expande rápido. Si yo la planto en mi casa, puede salir en la del vecino. Sin embargo, sus rizomas crecen bajo la tierra, a no más de 30 centímetros de profundidad. Así que se puede controlar fácilmente con zanjas”.
Por otro lado, la propia geografía del Delta contiene la expansión. Los arroyos y los zanjones de la isla funcionan como límites. Asimismo, la cooperativa trabaja con bambusales abandonados, por lo que mantendrían a raya un posible crecimiento desmedido.
Tierra firme para crecer
El Programa que impulsó al bambú en las islas se discontinuó con el cambio de gobierno de la provincia en 2015. Halpin contó que están tratando de volver armar un espacio para promoverlo. “Hoy son pocas las personas que viven solo del bambú. Necesitamos dar un salto de escala, y eso es complejo sin el acompañamiento estatal”.
“El Estado podría generar una demanda sostenida y contribuir a la comunidad isleña. Podríamos proveer tableros de bambú para pupitres y brotes como alimento para las escuelas de las islas. Muchas personas tienen este bambú en el fondo de sus casas. Igual, falta incorporarlo en el Código Alimentario Argentino”.
Para cerrar, Martina reflexionó: “Es un recurso que está creciendo a nivel global, y la Argentina viene por detrás. De a poco vamos a ir haciéndolo conocer entre las familias isleñas y también en las no isleñas. Tiene un gran potencial para el desarrollo rural sustentable”.(Noticias AgroPecuarias)
- Por: Sebastián M. Tamashiro, SLT, DIVULGACIÓN CIENTÍFICA y TECNOLÓGICA