Las historias del veterinario de La Niña
Carlos Cappelletti recopiló 38 episodios ocurridos durante sus 38 años atendiendo animales en los campos de 9 de Julio.
9 DE JULIO, Buenos Aires (NAP). ¿Qué hacen los veterinarios cuando no hacen fiaca? Escriben libros. La pregunta se la hizo un vecino a Carlos Cappelletti y la respuesta la encontró el propio Carlos unos cuantos años después, cuando la jubilación lo llevó en serio a la fiaca, a la cual enfrentó escribiendo “Historias Veterinarias”, un libro con las anécdotas de toda una vida de trabajo en La Niña, pueblo del partido bonaerense de 9 de Julio.
El libro fue editado por De los Cuatro Vientos y será presentado este viernes en la biblioteca José Ingenieros de la ciudad de 9 de Julio. Son 38 capítulos, la mayoría con historias de patrones, guachos y animales (de los grandes y de sus enemigos microscópicos) recogidas en los campos de los alrededores de La Niña, pueblo que supo ser pujante hasta fines de los ochenta cuando funcionaba la fábrica de Mendizábal donde nació el Mendicrim y el Shimmy (hoy marcas de Nestlé).
Carlitos (aún es así para los vecinos), padre de seis hijos y suegro del rematador Gervasio Sáenz Valiente, puso la primera veterinaria en La Niña en el ’69 y comenzó a recorrer los campos en un Citroen 2CV que luego fue 3CV en un recambio de monta pero no de marca de hasta 6 veces, sin contar las “ranas” que le regaló a Cristina Montalbano, su esposa, y las que compró para sus empleados cuando el negocio se hizo próspero.
Historias
Su primera intervención es también la primera anécdota del libro y es -más precisamente- la historia de una equivocación que, para su fortuna, logró resolver antes de la ignominia. Lo llamaron para realizar la primera cesárea que se iba a ver en la zona, lo que da la pauta de lo que era la expectativa. “Hacé el tacto y trata de sacar el ternero antes de hacer la operación”, le había aconsejado Roberto Aramburu, otro gran veterinario nuevejuliense. Así fue que, por suerte, antes de meter cuchillo se dio cuenta de que que el ternero no estaba. “Esta vaca ya parió, vaya a buscar al ternero al cañadón”, ordenó con seguridad a un peón, quien apareció con el animal a caballo luego de que transcurrieran los minutos más largos que haya vivido este novel escritor en sus casi 7 décadas.
Las historias se resuelven también con explicaciones médicas, por lo que el libro es a su vez instructivo. Isaac, un guacho con todas las de la ley, se parapetó un día en la puerta de la veterinaria para desafiarlo con una realidad espeluznante: “Mis vacas fuman”. La respuesta no había estado en los claustros pero por suerte existía en los libros que fue a buscar hasta quemarse las pestañas. Padecían de pica o malasia, una aberración en el apetito causada por la falta de fósforo por lo que las vacas de este gaucho comían maderas o huesos que las hacían ver como si fumaran. “Un veterinario siempre debe darle una respuesta al cliente”, fue el consejo de un profesor que lo ayudó en ese momento.
Carlos recomendó en esa oportunidad suplementar con maíz y fardos. Años después durante una cruenta sequía y cuando ya era el encargado de un campo, se dio cuenta de lo difícil que es armar la logística de conseguir alimento suplementario para mantener un rodeo. Historia de otro capítulo.
El libro puede conseguirse en Editorial De los Cuatro Vientos (www.deloscuatrovientos.com.ar) y adquirirse en la próxima edición de la 41ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde también se podrá conocer a Carlitos. Para quienes estén cerca del autor, pueden comunicarse al mail loscappe@ceystel.com.ar. (Noticias AgroPecuarias)
GQ